En Salta, el plenario convocado por la CGT Regional para debatir la reforma laboral se convirtió también en un llamado a repensar la unidad del movimiento obrero: no solo como respuesta urgente a una ley regresiva, sino como construcción cotidiana que articule sindicatos, organismos de derechos humanos y organizaciones sociales en defensa del trabajo digno, la democracia y la memoria
Ayer miércoles 17, la CGT Regional Salta convocó a un
plenario de más de 60 secretarios generales de sindicatos para unificar
criterios y fijar posición ante el proyecto de reforma laboral impulsado por el
Gobierno nacional, apenas un día antes de la jornada de movilización. Si bien
la necesidad de enfrentar las políticas destructivas es innegable, la forma y
el momento en que se plantea esta "unidad" exponen una profunda
crítica al accionar gremial actual, contrastando drásticamente con la propuesta
de una unidad real, trabajada y sostenible.
La principal objeción a esta convocatoria es que la unidad
no se trabaja, solo se declara. Todo el esfuerzo gremial de resistencia a la
sanción de la ley de reforma laboral, se limitó solo a una conferencia de
prensa en donde los dirigentes se "ponen la chaqueta" (o chalecos) y
hablan de unidad el día antes de la movilización o del tratamiento de la ley
laboral. Este acto, percibido por Blanca Lescano como pura retórica, ignora el
tiempo que requiere la verdadera construcción gremial.
Hija de personas detenidas desaparecidas durante la última
dictadura, Lescano volvió su biografía familiar una herramienta de intervención
pública. Desde la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por
Razones Políticas, la Mesa de Derechos Humanos y la Asociación Miguel Ragone,
trabaja en la señalización de sitios del terrorismo de Estado, en actividades
de educación en derechos humanos y en campañas contra el negacionismo. A la
vez, interviene en debates actuales, alertando que se ha “retrocedido a
discusiones que creíamos cerradas” y llamando a las nuevas generaciones a
comprometerse con una memoria activa.
Su participación en la CTA de Salta refuerza esa
articulación entre memoria y derechos laborales. En marchas, plenarios y actos
del 24 de marzo, Lescano impulsa la unidad entre sindicatos y organismos de
derechos humanos, planteando que no se trata solo de recordar el pasado, sino
de leer en clave presente las violencias empresarias y estatales contra
trabajadores y sectores populares. Así, la agenda gremial se cruza con la
agenda de memoria: la defensa del salario, las condiciones de trabajo y las
libertades sindicales se piensan como parte de una misma trama de derechos
humanos integrales.
En ese cruce, Blanca “Nenina” Lescano sostiene una
idea-fuerza: “no queremos una memoria congelada, queremos una memoria activa”,
capaz de interpelar el hoy. Esa memoria activa se expresa tanto en los juicios
de lesa humanidad y en la exigencia de políticas de Estado, como en la
resistencia a proyectos que amenazan con recortar derechos, criminalizar la
protesta o desmantelar organismos de control. Su militancia muestra que, en
Salta, el sindicalismo y los organismos de derechos humanos no son dos mundos
separados, sino partes de una misma lucha por dignidad, justicia y democracia.
Unidad de chaleco o unidad de debate: interpelación desde los derechos
humanos al movimiento obrero
Recuperamos a continuación las intervenciones de Lescano en
su diálogo con las autoridades gremiales y los medios presentes, en la reunión
en el salón de “La Bancaria” en la mañana de ayer miércoles.
“Compañeras, compañeros: venimos a este plenario de la CGT a
decir algo incómodo pero necesario. No alcanza con ponerse el chaleco, subir al
escenario y hablar de unidad un día antes de la movilización. Esa es una unidad
de foto, de declaración, no la unidad que se construye de verdad. Hace dos años
que están haciendo pedazos el país con la motosierra, destruyendo áreas enteras
del Estado, dejando trabajadores en la calle, sacando comida y remedios, y
recién ahora muchos gremios hablan de unidad porque se discute la ley laboral.
Esa unidad es tardía, es parcial y, sobre todo, es débil si no se sostiene en
debate y participación real.”
“La reforma laboral es grave, pero el problema no se agota
ahí. Este gobierno llegó reivindicando el terrorismo de Estado y naturalizando
un discurso de odio que deshumaniza al adversario político: se habla de
‘infrahumanos’, de ‘orcos’, de gente ‘diabólica’ o ‘maligna’ para referirse a
quienes piensan distinto. Cuando se despoja de humanidad al otro, se habilita
cualquier violencia. Por eso no alcanza con defender solo los derechos
laborales; la discusión debe incluir la memoria del genocidio en nuestro país,
el negacionismo actual, la impunidad y también el genocidio en Palestina, que
es una herida abierta para toda la humanidad. Si la unidad sindical no
incorpora la defensa de la dignidad humana y los derechos humanos en sentido
amplio, se vuelve sectaria y miope.”
“Desde los organismos de derechos humanos venimos diciendo
hace años que no queremos una memoria congelada, queremos una memoria activa
como política de Estado. Esa memoria activa tiene que entrar acá, al corazón
del movimiento obrero. La unidad no puede ser solo unidad de chaleco para la
prensa; tiene que ser unidad de debate, de talleres, de comisiones abiertas.
Hay que abrir las puertas de los gremios a estudiantes, organizaciones
sociales, familias trabajadoras, como lo hizo Agustín Tosco en Luz y Fuerza,
que convirtió al sindicato en una casa común donde obreros y estudiantes
pensaban juntos el país antes del Cordobazo y en la CGT de los Argentinos.
Tosco no construyó unidad en la víspera de una marcha, la construyó en años de
discusión, de formación política, de enfrentamiento a las conducciones
burocráticas y a las dictaduras.”
“Si este plenario quiere ser un punto de partida y no un
acto más, propongamos una unidad que abarque todo: la defensa del trabajo
digno, sí, pero también de la soberanía, de la memoria y de los derechos
humanos. Hablemos del Paraná y de quién controla sus vías fluviales, de la
frontera norte militarizada, de la criminalización del pueblo mapuche, de los
intentos de habilitar la libertad de genocidas presos, de la represión a
quienes protestan. La unidad que necesitamos es la que se construye en el tiempo,
con debates incómodos, con disensos, con participación real. No se trata solo
de frenar una ley; se trata de defender la humanidad frente a un proyecto de
ultraderecha que quiere destruir el Estado y vaciar la democracia. Si no
ponemos la memoria, la dignidad humana y los derechos humanos en el centro de
la agenda sindical, nos quedamos cortos. La unidad se trabaja, se construye día
a día; no nace de un chaleco, nace del debate.”
Un cierre llamando a una apertura y el trabajo cotidiano
En el cierre del encuentro, Lescano dejó planteada una idea
clara: la unidad que el movimiento obrero necesita no se define en una
conferencia de prensa ni en la foto de una marcha, sino en el trabajo constante
y cotidiano dentro de cada gremio. La fuerza real de los sindicatos no se mide
solo en la cantidad de chalecos presentes en la calle, sino en su capacidad de
abrir sus puertas, sostener espacios de formación, escuchar a sus bases y
debatir de manera honesta los temores, las diferencias y las estrategias
comunes.
En esa perspectiva, ella propuso que el plenario fuera
presentado más como un punto de partida que como una respuesta acabada. La
invitación que ella dejó sobre la mesa sindical fue la de transformar cada
seccional, cada sede sindical, en un ámbito de debate permanente, donde
convivan la agenda laboral, la defensa de la democracia y las luchas por
memoria, verdad, justicia y soberanía. La apertura hacia otros sectores
–estudiantes, organizaciones territoriales, organismos de derechos humanos– tiene
que dejar de ser un gesto simbólico para pensarse como condición
imprescindible: la unidad capaz de resistir la destrucción del Estado y la
avanzada de la ultraderecha solo puede nacer de ese trabajo paciente, diario y
compartido, concluyó Lescano.

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