En un contexto marcado por la avanzada de las ultraderechas y la crisis de la democracia liberal, la vida gremial en Salta se enfrenta a un espejo incómodo. Entre la advertencia de Atilio Borón sobre la parálisis de la burocracia estatal y la interpelación de Blanca Lescano a la 'unidad de chaleco', surge una certeza ineludible: para reconstruir el campo popular y resistir el despojo, no basta con marchar; primero, habrá que ponerse a pensar de nuevo.
El escenario político actual no admite lecturas superficiales. La avanzada de la ultraderecha en Argentina no es un rayo en cielo sereno, sino el resultado de procesos de desarticulación social y fallas estructurales que hoy interpelan directamente a las organizaciones populares. En Salta, este debate cobró vida recientemente en un escenario clave: el Plenario de la CGT Regional Salta, convocado de urgencia para fijar posición ante la inminente reforma laboral impulsada por el Gobierno Nacional.El Plenario de la CGT: ¿Unidad Real o Escenografía
Sindical?
El plenario, que reunió a más de 60 secretarios generales,
se dio en un clima de tensión y premura, apenas 24 horas antes de una jornada
de movilización. Fue en este marco donde la intervención de Blanca “Nenina”
Lescano (referente de la CTA Autónoma y militante histórica de DD.HH.)
marcó un punto de inflexión. Lescano no asistió para sumarse al coro de
consignas hechas, sino para cuestionar la metodología de construcción de la
resistencia.
Su crítica fue frontal: la unidad no puede ser un acto
retórico que se agota en una conferencia de prensa o en "ponerse el
chaleco" para la foto el día antes de una marcha. Para Lescano, esta
"unidad de último momento" ignora el trabajo paciente de base y la
necesidad de una pedagogía política que conecte la defensa del salario
con la memoria histórica y la justicia social. Su llamado a las organizaciones
gremiales fue claro: el sindicalismo debe abandonar su clausura corporativa y
abrirse a la comunidad si pretende sobrevivir al embate actual.
La Trama de la Burocracia: La Tesis de Atilio Borón
Esta dificultad de articulación que señala Lescano encuentra
un marco teórico riguroso en el análisis de Atilio Borón. El politólogo
sostiene que la avanzada de las ultraderechas en Latinoamérica se apoya en una
crisis de representación donde la "burocracia del Estado" ha
terminado por asfixiar la participación ciudadana.
Borón advierte que el campo popular enfrenta una
"batalla de sentido" que está perdiendo. La fragmentación social
—donde el individuo se siente solo frente al sistema— es el caldo de cultivo
para discursos que demonizan lo colectivo. Según su tesis, la burocracia
estatal y sindical, al volverse estructuras rígidas y alejadas de la realidad
cotidiana, han facilitado que sectores de la clase trabajadora vean en la
ultraderecha una salida (aunque sea ilusoria) a su frustración. En este
contexto geopolítico, Argentina es vista como una "gran isla" de
recursos estratégicos (como el litio en el Norte Grande) que el poder
transnacional busca capturar a través de la desarticulación de las soberanías
nacionales.
La Imposibilidad de Articulación y el Reto de
"Pensar de Nuevo"
La paradoja es cruel: mientras la ultraderecha avanza con
una agenda clara de demolición del Estado, el campo popular en Salta y el país
parece atrapado en viejas formas que ya no convocan. El escritor salteño Antonio
Gutiérrez, en su reciente análisis para Página 12, llega a una
conclusión que funciona como un imperativo ético: “habrá que ponerse a
pensar de nuevo”.
Gutiérrez interpela la parálisis y la resignación. Si las
estructuras tradicionales (gremios, partidos, movimientos) no logran frenar el
despojo, es porque las herramientas anteriores han quedado obsoletas frente a
una derecha que "rompe todo". Pensar de nuevo significa,
necesariamente, reconstruir los lazos desde abajo, allí donde la burocracia no
llega y donde la necesidad aprieta.
Conclusión: Entre la Apertura y la Resistencia
La encrucijada salteña es el reflejo de una crisis global.
El peso de la burocracia estatal analizado por Borón actúa como un ancla
que impide la rearticulación del campo popular, dejando a las mayorías a merced
de un modelo que las excluye.
La salida, sin embargo, fue esbozada en aquel plenario de la
CGT por Blanca Lescano. La unidad real no nace de un acuerdo entre cúpulas,
sino de una apertura radical. Como ella propuso, cada sede sindical debe
transformarse en un centro de debate permanente, un espacio donde estudiantes,
desocupados y trabajadores formales puedan encontrarse. Solo mediante esta
nueva forma de trabajo —cotidiana, honesta y alejada de la soberbia
burocrática— será posible construir una oposición sólida que no solo resista,
sino que sea capaz de proponer un horizonte de vida digna frente al nihilismo
de la ultraderecha.

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