El 1º de julio de 1974, la muerte de Juan Domingo Perón marcó un punto de inflexión decisivo en la política argentina, abriendo la puerta a una constante rearticulación del peronismo hacia la derecha. Tras su fallecimiento, el movimiento viró progresivamente hacia posturas conservadoras, en gran medida, por la influencia de figuras como José López Rega y el endurecimiento del gobierno de Isabel Perón, que desdibujaron el perfil popular y obrerista del peronismo histórico. Este proceso, que culminaría en la trágica dictadura cívico-militar, consolidó una vertiente del justicialismo alejada de sus orígenes más progresistas.
Sin embargo, en este panorama de derechización, destacan dos excepciones significativas: la efímera presidencia de Héctor Cámpora en la Nación y el gobierno de Miguel Ragone en Salta. Ambos, al asumir en 1973, representaron un intento de encauzar el peronismo por vías más vinculadas a la izquierda, con un fuerte apoyo de la juventud y sectores populares. Cámpora, con su lema "Cámpora al gobierno, Perón al poder", buscó una apertura democrática y una mayor participación popular, mientras que Ragone en Salta impulsó políticas de corte social y progresista. Lamentablemente, ambas experiencias fueron truncadas por la escalada de la violencia política y la consolidación de la derecha peronista, que culminó con sus respectivos derrocamientos y, en el caso de Ragone, su desaparición.
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