jueves, 18 de diciembre de 2025

Salta y la Geopolítica del Despojo: La Urgencia de “Ponernos a Pensar de Nuevo”

En un contexto marcado por la avanzada de las ultraderechas y la crisis de la democracia liberal, la vida gremial en Salta se enfrenta a un espejo incómodo. Entre la advertencia de Atilio Borón sobre la parálisis de la burocracia estatal y la interpelación de Blanca Lescano a la 'unidad de chaleco', surge una certeza ineludible: para reconstruir el campo popular y resistir el despojo, no basta con marchar; primero, habrá que ponerse a pensar de nuevo.

El escenario político actual no admite lecturas superficiales. La avanzada de la ultraderecha en Argentina no es un rayo en cielo sereno, sino el resultado de procesos de desarticulación social y fallas estructurales que hoy interpelan directamente a las organizaciones populares. En Salta, este debate cobró vida recientemente en un escenario clave: el Plenario de la CGT Regional Salta, convocado de urgencia para fijar posición ante la inminente reforma laboral impulsada por el Gobierno Nacional.

El Plenario de la CGT: ¿Unidad Real o Escenografía Sindical?

El plenario, que reunió a más de 60 secretarios generales, se dio en un clima de tensión y premura, apenas 24 horas antes de una jornada de movilización. Fue en este marco donde la intervención de Blanca “Nenina” Lescano (referente de la CTA Autónoma y militante histórica de DD.HH.) marcó un punto de inflexión. Lescano no asistió para sumarse al coro de consignas hechas, sino para cuestionar la metodología de construcción de la resistencia.

Su crítica fue frontal: la unidad no puede ser un acto retórico que se agota en una conferencia de prensa o en "ponerse el chaleco" para la foto el día antes de una marcha. Para Lescano, esta "unidad de último momento" ignora el trabajo paciente de base y la necesidad de una pedagogía política que conecte la defensa del salario con la memoria histórica y la justicia social. Su llamado a las organizaciones gremiales fue claro: el sindicalismo debe abandonar su clausura corporativa y abrirse a la comunidad si pretende sobrevivir al embate actual.

La Trama de la Burocracia: La Tesis de Atilio Borón

Esta dificultad de articulación que señala Lescano encuentra un marco teórico riguroso en el análisis de Atilio Borón. El politólogo sostiene que la avanzada de las ultraderechas en Latinoamérica se apoya en una crisis de representación donde la "burocracia del Estado" ha terminado por asfixiar la participación ciudadana.

Borón advierte que el campo popular enfrenta una "batalla de sentido" que está perdiendo. La fragmentación social —donde el individuo se siente solo frente al sistema— es el caldo de cultivo para discursos que demonizan lo colectivo. Según su tesis, la burocracia estatal y sindical, al volverse estructuras rígidas y alejadas de la realidad cotidiana, han facilitado que sectores de la clase trabajadora vean en la ultraderecha una salida (aunque sea ilusoria) a su frustración. En este contexto geopolítico, Argentina es vista como una "gran isla" de recursos estratégicos (como el litio en el Norte Grande) que el poder transnacional busca capturar a través de la desarticulación de las soberanías nacionales.

La Imposibilidad de Articulación y el Reto de "Pensar de Nuevo"

La paradoja es cruel: mientras la ultraderecha avanza con una agenda clara de demolición del Estado, el campo popular en Salta y el país parece atrapado en viejas formas que ya no convocan. El escritor salteño Antonio Gutiérrez, en su reciente análisis para Página 12, llega a una conclusión que funciona como un imperativo ético: “habrá que ponerse a pensar de nuevo”.

Gutiérrez interpela la parálisis y la resignación. Si las estructuras tradicionales (gremios, partidos, movimientos) no logran frenar el despojo, es porque las herramientas anteriores han quedado obsoletas frente a una derecha que "rompe todo". Pensar de nuevo significa, necesariamente, reconstruir los lazos desde abajo, allí donde la burocracia no llega y donde la necesidad aprieta.

Conclusión: Entre la Apertura y la Resistencia

La encrucijada salteña es el reflejo de una crisis global. El peso de la burocracia estatal analizado por Borón actúa como un ancla que impide la rearticulación del campo popular, dejando a las mayorías a merced de un modelo que las excluye.

La salida, sin embargo, fue esbozada en aquel plenario de la CGT por Blanca Lescano. La unidad real no nace de un acuerdo entre cúpulas, sino de una apertura radical. Como ella propuso, cada sede sindical debe transformarse en un centro de debate permanente, un espacio donde estudiantes, desocupados y trabajadores formales puedan encontrarse. Solo mediante esta nueva forma de trabajo —cotidiana, honesta y alejada de la soberbia burocrática— será posible construir una oposición sólida que no solo resista, sino que sea capaz de proponer un horizonte de vida digna frente al nihilismo de la ultraderecha.

 

Sindicato y memoria viva: la trama militante de Blanca “Nenina” Lescano en Salta y una crítica a la unidad de los trabajadores en Salta.

En Salta, el plenario convocado por la CGT Regional para debatir la reforma laboral se convirtió también en un llamado a repensar la unidad del movimiento obrero: no solo como respuesta urgente a una ley regresiva, sino como construcción cotidiana que articule sindicatos, organismos de derechos humanos y organizaciones sociales en defensa del trabajo digno, la democracia y la memoria

Ayer miércoles 17, la CGT Regional Salta convocó a un plenario de más de 60 secretarios generales de sindicatos para unificar criterios y fijar posición ante el proyecto de reforma laboral impulsado por el Gobierno nacional, apenas un día antes de la jornada de movilización. Si bien la necesidad de enfrentar las políticas destructivas es innegable, la forma y el momento en que se plantea esta "unidad" exponen una profunda crítica al accionar gremial actual, contrastando drásticamente con la propuesta de una unidad real, trabajada y sostenible.

La principal objeción a esta convocatoria es que la unidad no se trabaja, solo se declara. Todo el esfuerzo gremial de resistencia a la sanción de la ley de reforma laboral, se limitó solo a una conferencia de prensa en donde los dirigentes se "ponen la chaqueta" (o chalecos) y hablan de unidad el día antes de la movilización o del tratamiento de la ley laboral. Este acto, percibido por Blanca Lescano como pura retórica, ignora el tiempo que requiere la verdadera construcción gremial.

 

Blanca “Nenina” Lescano es una de las voces que, en Salta, enlaza de manera cotidiana el mundo gremial con la lucha por los derechos humanos. Como referente de la CTA Autónoma y militante histórica de los organismos de derechos humanos, entiende que la defensa del trabajo digno y la memoria del terrorismo de Estado forman parte de la misma pelea por una sociedad justa.

Hija de personas detenidas desaparecidas durante la última dictadura, Lescano volvió su biografía familiar una herramienta de intervención pública. Desde la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, la Mesa de Derechos Humanos y la Asociación Miguel Ragone, trabaja en la señalización de sitios del terrorismo de Estado, en actividades de educación en derechos humanos y en campañas contra el negacionismo. A la vez, interviene en debates actuales, alertando que se ha “retrocedido a discusiones que creíamos cerradas” y llamando a las nuevas generaciones a comprometerse con una memoria activa.

Su participación en la CTA de Salta refuerza esa articulación entre memoria y derechos laborales. En marchas, plenarios y actos del 24 de marzo, Lescano impulsa la unidad entre sindicatos y organismos de derechos humanos, planteando que no se trata solo de recordar el pasado, sino de leer en clave presente las violencias empresarias y estatales contra trabajadores y sectores populares. Así, la agenda gremial se cruza con la agenda de memoria: la defensa del salario, las condiciones de trabajo y las libertades sindicales se piensan como parte de una misma trama de derechos humanos integrales.

En ese cruce, Blanca “Nenina” Lescano sostiene una idea-fuerza: “no queremos una memoria congelada, queremos una memoria activa”, capaz de interpelar el hoy. Esa memoria activa se expresa tanto en los juicios de lesa humanidad y en la exigencia de políticas de Estado, como en la resistencia a proyectos que amenazan con recortar derechos, criminalizar la protesta o desmantelar organismos de control. Su militancia muestra que, en Salta, el sindicalismo y los organismos de derechos humanos no son dos mundos separados, sino partes de una misma lucha por dignidad, justicia y democracia. ​

 

Unidad de chaleco o unidad de debate: interpelación desde los derechos humanos al movimiento obrero

Recuperamos a continuación las intervenciones de Lescano en su diálogo con las autoridades gremiales y los medios presentes, en la reunión en el salón de “La Bancaria” en la mañana de ayer miércoles.

“Compañeras, compañeros: venimos a este plenario de la CGT a decir algo incómodo pero necesario. No alcanza con ponerse el chaleco, subir al escenario y hablar de unidad un día antes de la movilización. Esa es una unidad de foto, de declaración, no la unidad que se construye de verdad. Hace dos años que están haciendo pedazos el país con la motosierra, destruyendo áreas enteras del Estado, dejando trabajadores en la calle, sacando comida y remedios, y recién ahora muchos gremios hablan de unidad porque se discute la ley laboral. Esa unidad es tardía, es parcial y, sobre todo, es débil si no se sostiene en debate y participación real.”

“La reforma laboral es grave, pero el problema no se agota ahí. Este gobierno llegó reivindicando el terrorismo de Estado y naturalizando un discurso de odio que deshumaniza al adversario político: se habla de ‘infrahumanos’, de ‘orcos’, de gente ‘diabólica’ o ‘maligna’ para referirse a quienes piensan distinto. Cuando se despoja de humanidad al otro, se habilita cualquier violencia. Por eso no alcanza con defender solo los derechos laborales; la discusión debe incluir la memoria del genocidio en nuestro país, el negacionismo actual, la impunidad y también el genocidio en Palestina, que es una herida abierta para toda la humanidad. Si la unidad sindical no incorpora la defensa de la dignidad humana y los derechos humanos en sentido amplio, se vuelve sectaria y miope.”

“Desde los organismos de derechos humanos venimos diciendo hace años que no queremos una memoria congelada, queremos una memoria activa como política de Estado. Esa memoria activa tiene que entrar acá, al corazón del movimiento obrero. La unidad no puede ser solo unidad de chaleco para la prensa; tiene que ser unidad de debate, de talleres, de comisiones abiertas. Hay que abrir las puertas de los gremios a estudiantes, organizaciones sociales, familias trabajadoras, como lo hizo Agustín Tosco en Luz y Fuerza, que convirtió al sindicato en una casa común donde obreros y estudiantes pensaban juntos el país antes del Cordobazo y en la CGT de los Argentinos. Tosco no construyó unidad en la víspera de una marcha, la construyó en años de discusión, de formación política, de enfrentamiento a las conducciones burocráticas y a las dictaduras.”

“Si este plenario quiere ser un punto de partida y no un acto más, propongamos una unidad que abarque todo: la defensa del trabajo digno, sí, pero también de la soberanía, de la memoria y de los derechos humanos. Hablemos del Paraná y de quién controla sus vías fluviales, de la frontera norte militarizada, de la criminalización del pueblo mapuche, de los intentos de habilitar la libertad de genocidas presos, de la represión a quienes protestan. La unidad que necesitamos es la que se construye en el tiempo, con debates incómodos, con disensos, con participación real. No se trata solo de frenar una ley; se trata de defender la humanidad frente a un proyecto de ultraderecha que quiere destruir el Estado y vaciar la democracia. Si no ponemos la memoria, la dignidad humana y los derechos humanos en el centro de la agenda sindical, nos quedamos cortos. La unidad se trabaja, se construye día a día; no nace de un chaleco, nace del debate.”

Un cierre llamando a una apertura y el trabajo cotidiano

En el cierre del encuentro, Lescano dejó planteada una idea clara: la unidad que el movimiento obrero necesita no se define en una conferencia de prensa ni en la foto de una marcha, sino en el trabajo constante y cotidiano dentro de cada gremio. La fuerza real de los sindicatos no se mide solo en la cantidad de chalecos presentes en la calle, sino en su capacidad de abrir sus puertas, sostener espacios de formación, escuchar a sus bases y debatir de manera honesta los temores, las diferencias y las estrategias comunes.

En esa perspectiva, ella propuso que el plenario fuera presentado más como un punto de partida que como una respuesta acabada. La invitación que ella dejó sobre la mesa sindical fue la de transformar cada seccional, cada sede sindical, en un ámbito de debate permanente, donde convivan la agenda laboral, la defensa de la democracia y las luchas por memoria, verdad, justicia y soberanía. La apertura hacia otros sectores –estudiantes, organizaciones territoriales, organismos de derechos humanos– tiene que dejar de ser un gesto simbólico para pensarse como condición imprescindible: la unidad capaz de resistir la destrucción del Estado y la avanzada de la ultraderecha solo puede nacer de ese trabajo paciente, diario y compartido, concluyó Lescano.